En una
oportunidad escuche al pastor predicar acerca de los “Ayes” en las Sagradas
Escrituras. Ciertamente los hay y son de consideración e importancia.
Hace poco
me encontré con un devocional que hoy les comparto de Pablo Martini, titulado
el Séptimo Ay.
En el
capitulo cinco del libro del profeta Isaías encontramos seis “ay” o exclamaciones
de juicio sobre el pueblo de Dios.
El primer (1)
Ay es para aquellos acumuladores de bienes raíces. Materialismo ambicioso. Isaías
5:8
El segundo (2)
es para los “parranderos”, aquellos que llevan una vida sensual y libertina. Isaías 5:11
El siguiente
(3) en el verso 18, esta dirigido a los que desafían a Dios y viven como si él
durmiera ante su iniquidad.
El verso 20
(4) es una gráfica del relativismo moral que hoy nos envuelve, y que no es
nuevo. “Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la
luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo
dulce por amargo.”
El quinto (5)
Ay está dirigido a la supuesta llamada ciencia, v21, y el sexto (6) en el verso
22 a los bebedores de licor.
La lectura
continua en el capítulo seis, y el profeta es transportado en espíritu a un
lugar en el cielo que le cambia radicalmente su vida. El clima de santidad que
rodeaba la escena despertó en el profeta conciencia de pecado, de muerte, y de
labios inmundos, y exclamó un Ay (el séptimo) que todos debemos aprender
a exclamar: “Ay de mí que soy hombre muerto” Como si Dios torciera el
dedo acusador de Isaías y se lo apuntara a él mismo para decirle: Y tú ¿Qué?
Nadie está limpio ante el trono de Dios. Solo allí en confesión sincera, en
arrepentimiento de alma y reconocimiento de nuestro pecado es que estamos
listos para ser usados por Dios.
Después de esto,
se oyó la voz que decía: ¿A Quién
enviare? ¿Quién ira? y respondió Isaías: Heme aquí, envíame a mí.
Dios te
Bendiga
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